Liderar en educación



"Un líder no es el que manda más alto, sino el que escucha más profundo" (Kofman, 2006). Durante años, el liderazgo en las organizaciones, y también en las escuelas, se concibió como una cuestión de autoridad, que estaba basada en dirigir, ordenar y conseguir resultados. Sin embargo, este modelo ha demostrado que tiene ciertos límites, ¿cómo se puede innovar en un ambiente donde todo se basa en la ordenanza y no se tiene en cuenta las demás voces?

Hoy, tras mucho tiempo de reflexión, sabemos que el liderazgo auténtico no se basa en la imposición, sino en el compromiso. Podemos, por tanto, afirmar que liderar, especialmente en educación, significa mucho más que aclarar objetivos, implica generar conciencia colectiva, construir visiones compartidas y acompañar el crecimiento humano:

En el ámbito educativo, la figura del docente como transmisor incuestionable de conocimiento está siendo reemplazada, como ya defendían Rousseau y Montessori, por el maestro que guía, acompaña y aprende junto a sus estudiantes. Rousseau, decía que el maestro debe observar la naturaleza del niño, no imponerle la suya", mientras que Montessori, por su parte, afirmaba que "cualquier ayuda innecesaria es un obstáculo para el desarrollo", subrayando la importancia de respetar el ritmo de cada alumno. 

Esta visión se conecta con el modelo de liderazgo consciente. El líder no es quien controla ni dirige de manera autoritaria, sino quien inspira un propósito común y facilita que otros descubran su propio camino. Como propone Kofman, el verdadero líder no es aquel que imparte clases o dirige programas educativos sino que trata de ayudar a las personas a descubrir sus propios objetivos y a trabajar colectivamente por ellos. 

Jim Collins, hablaba de la importancia de la voluntad y humildad para ser buenos líderes, que aplicado a la educación se refiere a que ser profesor no implica tener todas las respuestas, sino mantener el compromiso de mejorar continuamente y estar dispuesto a aprender de otros, tanto de profesores, como de las familias, incluso, de los alumnos. Y así conseguir desarrollar un potencial mucho mayor al que llegaría individualmente. Este pensamiento se relaciona con Freire, el propone una pedagogía dialógica, basada en el dialogo horizontal y el aprendizaje mutuo, es decir, enseñar no es transferir información sino crear las condiciones para su construcción colectiva. 

Esta evolución en el liderazgo educativo se refleja claramente en el auge del aprendizaje cooperativo como metodología. En lugar de promover la competencia individual, sostiene que como decían David y Roger Johnson "el éxito de cada miembro del grupo depende del éxito de los demás". La cooperación al igual que el liderazgo consciente se basa en la interdependencia positiva, la responsabilidad compartida y la construcción compartida de conocimiento.

En conclusión, todos estos enfoques expresan que el verdadero conocimiento no se impone desde fuera, sino que se cultiva desde dentro y en comunidad. 

Y, como bien señala Freire: "enseñar no es transferir conocimiento, sino crear las posibilidades para su producción o construcción". Y yo añado: generando así espacios donde los estudiantes se comprometan con objetivos que reconocen como valiosos para sí mismos, guiados por un liderazgo consciente que inspira, acompaña y aprende junto a ellos.

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