La realidad se encuentra escondida
Lo que más me ha llamado la atención del discurso de Illich, es como nos hace ver que la escolarización obligatoria, a parte de establecer el derecho a la educación, también crea una dependencia institucionalizada en la educación formal, es decir, los alumnos asocian enseñanza con conocimiento, promoción con educación, diplomas con competencia y fluidez verbal con la capacidad de expresión. Sin embargo, no es así.
El pensamiento de Illich se fundamenta en la actualidad, por lo que me gustaría complementarlo explorando el origen del problema. Para ello, utilizaré ejemplos extraídos del libro Cartas a una profesora, que denuncia las injusticias del sistema educativo y cómo este favorece a los niños de familias acomodadas, mientras excluye a los más pobres. Estos tras ser rechazados por la escuela tradicional, encontraban refugio en la escuela de Barbiana, un espacio diseñado precisamente para quienes habían sido marginados del sistema.
Por lo que vamos a comparar lo propuesto de Illich con este libro:
Enseñanza y conocimiento: La escuela de Barbiana no contaba con los recursos materiales que poseían la mayoría de las escuelas tradicionales. Sin embargo, destacaba por su inclusión y metodología de enseñanza, todos sus estudiantes eran capaces de relacionar lo aprendido con la práctica (Enseñanza = conocimiento). A diferencia de las escuelas tradicionales, donde las lecciones se enfocaban subjetivamente en la cultura dominante (La forma de hablar o la expresiones de las clases altas, debido a que el vocabulario y gramática de las clases obreras se consideraba erróneo) y en la memorización exclusivamente (Enseñanza ≠ conocimiento).
Promoción y educación: En las escuelas tradicionales, los profesores mandaban repetir a numerosos alumnos porque no habían alcanzado el nivel que se les pedía, algo que sigue ocurriendo hoy en día, pero con ciertas limitaciones. Sin embargo, la mayoría de los que repetían curso eran niños provenientes de familias precarias y pasaban aquellos niños de “buenas” familias, ya que la cultura que se enseñaba en esas escuelas era la misma que se encontraba en sus hogares. Por otro lado, los hijos de campesinos cuyos padres en la mayoría de los casos no habían asistido a la escuela, aprendían el vocabulario y la forma de expresarse de ellos, que era muy diferente a la que predominaba en las aulas. De ahí provenía la gran diferencia entre unos y otros. Algunos niños llegaban con una formación previa mucho más sólida que los otros, y por ello que el tiempo que pasaban en las escuelas no fuese suficiente para que los niños con otra cultura predominante lograsen alcanzar el nivel, haciéndoles repetir (Promoción ≠ educación).
Actualmente encontramos datos como el siguiente: “Repetir curso es cuatro veces más probable entre los alumnos más desfavorecidos y el doble en migrantes” Con este dato de El País, podríamos afirmar que hoy en día en las escuelas sigue pasando lo mismo. Sin embargo, como ahora el grupo afectado es más reducido, no se le presta tanta atención como realmente merece. Dando lugar a que la crítica que plantea el libro siga siendo válida. Debemos tener en cuenta estas observaciones y evaluar cómo de presentes siguen en nuestra sociedad. Esto nos lleva a reflexionar sobre el hecho de que el progreso no ha sido tan grande como creíamos y esperábamos llegando a la reflexión de Illich.
Diplomas y competencia: Cada tipo de enseñanza persigue un fin distinto: el primero pretende preparar únicamente para aprobar los exámenes y alcanzar puestos superiores en la sociedad (escuela tradicional). Los segundos, en cambio, se inclinan en formar para vivir en sociedad (escuela de Barbiana). Un ejemplo que me gustó del libro fue el aprendizaje de los idiomas, mientras que los estudiantes de Barbiana eran capaces de interactuar con los extranjeros y hacerse entender (diplomas = competencia), los de las escuelas tradicionales solo sabían escribir ciertas palabras que aparecían en el examen (diplomas ≠ competencia). Lo que conllevaba a que muy injustamente, aquellos preparados para el examen recibiesen el certificado, mientras que los que estaban preparados para mantener una conversación en otro idioma no lo conseguían lo que se resume en el esquema: diplomas ≠ competencia.
Fluidez verbal y expresión crítica: En las escuelas tradicionales, los estudiantes eran preparados para obtener buenas notas en los exámenes, sin embargo, ese conocimiento no sabían aplicarlo en la vida real. A su vez los exámenes se basaban en escribir lo que los de arriba querían oír y no fomentaban la reflexión individual, como se observa en el tema siguiente: “Hablan los vagones del tren”, en el que la capacidad de saber escribir, tener una estructura correcta y redactar adecuadamente no servía de nada, solo había que centrarse en aquella ideología que predominaba en los correctores favoreciendo el esquema fluidez verbal ≠ expresión crítica.
Y aunque esto parezca muy lejano, se puede seguir observando en la realidad con ciertos matices o diferencias. Es decir, sigue habiendo muchas injusticias en el mundo educativo, que esperamos que algún día se acaben y se consiga llegar a una educación que se caracterice por un ambiente respetuoso, una interacción activa entre alumnos y profesores, y una transmisión efectiva de conocimientos, considerando toda la diversidad del alumnado y diferencias. Sin distorsionar la visión de la verdadera escuela y fomentando también la actividad personal que muchas veces se queda escondida tras las instituciones que se encargan de ello.
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